El discurso de Juan Pablo II a la Academia de las Ciencias

El discurso del papa Juan Pablo II el 22 de octubre de 1996 a la Pontificia Academia para las ciencias, ha sido interpretado por muchos como una confirmación de la teoría de la evolución por parte del Magisterio de la Iglesia. Ya Pio XII en la encíclica Humani generis de 1950 afirmaba claramente que esta teoría se hallaba en un estado de verificación y análisis, refiriéndose a ella en términos de una « hipótesis seria »[1], por lo cual no podía considerarse en ese estado como un hecho probado por la ciencia. Las palabras del discurso de Juan Pablo II, por su parte, generaron en cambio un gran desconcierto e interpretaciones incluso opuestas en todo el mundo. Sobre todo este segmento del discurso:
« Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica [Humani Generis], nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis »[2].

Un elemento y primer paso hacia una clarificación del discurso Pontificio es la determinación o clarificación conceptual. En efecto, el término “evolución” adquiere matices diversos y contenidos o elementos incluso contradictorios según la perspectiva. Se va desde quienes la consideran como una absoluta y materialista evolución de hecho, que incluye toda la realidad física; hasta otros que en cambio la interpretan solo como una explicación más dada entre otras tantas, con un alcance puramente filosófico, es decir, un modo de explicitación causal de un estado actual de las cosas. Es por esto que desde aquí, intenta abarcar un espectro más grande que el puramente natural, transformándose en una verdadera cosmovisión, designada propiamente como evolucionismo.
Actualmente se constata que la teoría de la evolución avista diversos y nuevos planteamientos, favorables u opuestos, científicos o filosóficos. Los descubrimientos en paleontología, en biología, en genética, astronomía y otras ciencias afines, como ya se ha señalado, siguen provocando una relectura permanente de esta teoría. Las supuestas cadenas evolutivas encuentran de frente rupturas infranqueables y saltos inexplicables en todas estas áreas, pero de manera particular con respecto a la evolución de la especie humana.
De otra parte, el mismo contexto en el cual el Papa Juan Pablo II escribe esta frase, y la composición completa del texto, son la verdadera clave de comprensión de esta idea. Si es común con respecto a la interpretación bíblica la sentencia: un texto fuera de contexto sirve de pretexto, lo es aun con más claridad aquí en la consideración de las palabras del Papa.
En la estructura del discurso pontificio descubrimos, en efecto, una clarísima estructura sin la cual el texto descompuesto quedaría oscuro. Basta decir, como desde el inicio el Papa resalta que la intención del Magisterio es defender la verdad del hombre, su dignidad y su valor intrínseco, sin olvidar que la ciencia, buscando la verdad en sus objetos específicos y en el fiel cumplimiento de su misión propia, no puede contrariarla[3].
Más adelante el Papa explica qué es una teoría y el por qué se puede llegar a considerar  la evolución más que una simple teoría, pues « la teoría prueba su validez en la medida en que puede verificarse »[4]. Sin embargo, evidencia que dada la diversidad de corrientes y tendencias, es necesaria como premisa de interpretación una identificación de la corriente en la cual se inspira, sea ésta de tipo científico, filosófico, ideológico o aun espiritualista.

        El Magisterio de la Iglesia y la Teoría de la Evolución
Este tema contiene, en efecto, un alcance e influencia sobre todos los aspectos significativos de la vida humana sobre la tierra. Por eso, es tan importante para la doctrina cristiana católica determinar con su autoridad los alcances que tantas teorías, como la evolución, contienen a nivel ético y religioso. « La Iglesia se siente llamada a intervenir en estas cuestiones sobre todo porque está en juego la concepción del hombre »[5] y en el caso particular de la teoría de la evolución « puesto que la Revelación, por su parte, contiene enseñanzas relativas a la naturaleza y a los orígenes del hombre »[6]. El Magisterio de la Iglesia puede y debe pronunciarse sobre los resultados científicos que tienen relación con la fe y la moral, o que tengan implicaciones sobre otros aspectos de la vida cristiana[7].
Conviene aclarar, por tanto, el significado de conceptos como evolución y evolucionismo, de creación y creacionismo, además de intelligent design[8], para poder de esta manera comprender más a fondo la posición oficial del Magisterio auténtico de la Iglesia.
Cuando se habla de evolución « nos referimos a la teoría científica », es decir, a una evolución biológica que es bien afirmada por datos empíricos comprobados pero que, no obstante, conserva muchas cuestiones abiertas e irresueltas. En cambio, por evolucionismo se debe entender « una interpretación de carácter más bien filosófico e ideológico de la teoría de la evolución »[9] que pretende reducir todo al producto de un proceso ciego, material y casual, verificado y aplicado en todos los campos de la realidad.
De otra parte, por creación se debe considerar el atributo por el cual Dios da existencia a las cosas desde la nada, siendo así Él la causa originante de todo. La creación, sin embargo, no es solo una doctrina de propiedad específicamente religiosa, pues también filosóficamente se puede llegar a su afirmación. En cambio, el creacionismo es « una especie de ideología » que cree ciegamente en una interpretación literal de la Biblia, y por tanto considera que todos los seres vivos han sido creados en su estado fijo directamente por Dios.
Luego, se encuentra la cuestión del proyecto inteligente que « se presenta como una alternativa a las teorías de la evolución que niegan todo finalismo »[10]. Se trata de una respuesta a la corriente que pretende afirmar una evolución ciega y movida solo por el azar y la casualidad, afirmando la intrínseca finalidad constitutiva que existe en toda la naturaleza.
En el estado actual de la cuestión creación y creacionismo son de por si incompatibles, mas no lo son así creación y evolución. Por eso, es necesario evidenciar el nivel desde el cual se analizan los conceptos, sea este científico, filosófico que teológico. Y aunque muchos los que se aferran a un evolucionismo basado en el azar y la necesidad como leyes fundamentales; otros, en cambio, honestamente admiten que el orden y la armonía de toda la realidad no pueden ser el producto de una dinámica ciega y sin un fin preciso.
Creación y evolución responden a dos preguntas diversas[11], de ahí que no se opongan ni se excluyan. La posición de la Iglesia con respecto a la evolución ha sido ampliamente presentada en diversos documentos, que no compete presentar aquí. Esto confirma, en fin, que la doctrina de la creación responde a la pregunta sobre la dignidad y el origen último del hombre, mientras la evolución se refiere al modo en que periodos biológicos se pudieron llevar a cabo en él.


[1] Pio XII, Humani Generis, AAS 42 (1950) 575.
[2] Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia academia para las ciencias, AAS 42 (1996) 4. El texto original en francés dice así: “Aujuord’hui, près d’un demi-siècle après la parution de l’encyclique, de nouvelles connaissances conduisent à reconnaître dans la théorie de l’évolution plus qu’une hypothèse”.
[3] Cf. León XIII, Providentissimus Deus, 1893.
[4] Juan Pablo II, Discurso…4.
[5] R. Pascual, «Teología de la Creación y teoría de la evolución», Cenáculo, 2° Serie, 47 186 (2008), 35.
[6] Juan Pablo II, Discurso…2.
[7] Cf. P. Haffner, Il mistero della creazione, Editrice vaticana, Roma 1999, pg. 218.
[8] En la definición de estos conceptos me valgo sobretodo del artículo: R. Pascual, «Teología de la Creación y teoría de la evolución», Cenáculo, 2° Serie, 47 186 (2008), 33-52.
[9] R. Pascual, «Teología de… 37.
[10] R. Pascual, «Teología de … 40.
[11] Cf. J. Razingert, Creación y pecado, EUNSA, Pamplona, 1992, 75.

Por: Belisario Ciro Montoya